Spain of the Dead, (c) Gabriel Cordero Huertas / Dr. Worst

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Con todo el cariño al equipo de rodaje de Juan de los Muertos

viernes, 4 de diciembre de 2009

La S.G.A.E. no puede garantizar que una obra por la que cobra derechos, pertenezca a su repertorio o no



Cierto es, que siguiendo a Slater el filósofo del Derecho y a mí mismo, pues la frase la acuñamos ambos, no vivimos en un Estado de Derecho, sino en un contínuo estado de Derecho de Estado. Por ello ya ni nos estraña la desfachatez conque se han producido sentencias, condenas y cobrado exacciones de todo tipo en nombre de unos derechos nada concretos ni definidos, por algunas de las conocidas y por muchos detestadas «entidades de gestión».
En nuestro querido país, que va camino de eliminar todo vestigio de libertad en todos los ámbitos de la vida (hoy ya está sujeto a revisión administrativa desde el color que queremos dar a la entradita de nuestra casa, hasta las opiniones científicas que se deben tener o no en determinados ámbitos, con independencia de lo que apunten las pruebas) para mayor gloria de una democracia sólo formal, en la que el sufrido votante sólo vota a un partido por el asco que le produce el otro, del que acabará igualmente asqueado en cuanto gobierne, se pueden producir burlas por razones ajenas a la justica material (¿existe esto?, deberíamos releer el diálogo de Sócrates y Trasímaco) como la que describiremos.
En efecto, ¿como calificar si no la presunción de veracidad que se da a las reclamaciones de la SGAE cuando pretende cobrar a diestro y siniestro por la mera utilización de música, sin entrarse a valorar de quién es esa música? Eso ha pasado en innumerables ocasiones, y plantea entre otros los siguientes problemas evidentes:
1.- La SGAE ha cobrado por el mero hecho de que un establecimiento cualquiera utilizara música, sin saber a ciencia cierta qué música era la que estaba sonando. ¿Como se puede pretender que tal recaudación beneficiará a los autores de tal música, si lo que importa es inspeccionar a los locales para localizar la existencia de equipos de música (no olvidemos que sólo esto ha sido considerado «prueba suficiente» por muchos tribunales) sin importar anotar ni analizar que música se reproduce en dichos equipos? Está claro que toda esa recaudación se repartirá en base a criterios que de ninguna de las formas tendrán en cuenta el beneficio del autor cuya música se reproduce, salvo que coincida que este autor es uno de los «agraciados», que sin soporte material real es considerado por la SGAE como digno de entrar en el reparto de los pingües beneficios que la entidad recauda y que van a parar a muy pocas manos. Desde luego no a las de los «obreros de la música».
2.- La S.G.A.E. ni siquiera sabe que la música por la que pretende cobrar, pertenezca a eso que llaman «su repertorio». Pero esto no impide que intenten cobrar, presionen, amenacen y entablen reclamaciones legales en las que en muchas ocasiones consiguen vencer o porque abruman al demandado o por connivencia de nuestro sistema legal. Lo que importa es cobrar, por lo que sea y obligar a pagar en circunstancias en las que se paga por reproducir música cuyos derechos no pertenecen a S.G.A.E. ni nadie ha cedido a esta su gestión, cubrirái todos los tipos de delitos contra el patrimonio, desde estafa a robo pasando por la apropiación indebida. ¿Han resultado condenados alguna vez por cometer dichos delitos?

Observen, y ríanse de nuestro estado de Derecho de Estado, la pantalla de bienvenida al catálogo de obras gestionadas por SGAE, donde se advierte por la propia S.G.A.E que su contenido no está comprobado de manera fehaciente. No garantizando la inclusión o no en dicha base de datos que las obras estén gestionadas debidamente por SGAE ¿ni siquiera pueden informar de que obras tienen derechos de gestión o no?

Atónitos nos quedamos cuando la entidad nos manifiesta que no ofrece manifestación alguna ni garantía sobre el contenido de su repertorio. ¿Pero entonces por qué nos cobra?

Ya saben amigos, la S.G.A.E. opera sin garantías de ningún tipo y por supuesto sin vergüenza ninguna.

¿Cerrarán mi blog que se está recien estrenando (por usar un giro lingüístico típico caribeño)? Esa es ya otra historia.

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