Llevo
dos días percibiendo un extraño aroma en el aire, a veces intenso.
Hoy lo he notado en trayectos despoblados, recorriendo carreteras
vacías con mi motocicleta, a la búsqueda de productos de primera
necesidad, de supermercado en supermercado desabastecido. Es lo más
notorio que percibo en el ambiente, a parte de la notoria entropía
social en ciernes. Pero hoy lo he notado más especialmente … un
olor acre … no realmente desagradable, pero del que no aspirarías
bocanadas como si fuera un perfume suave de mujer, o una inhalación
de hojas de eucalipto cocidas. No sabría decir si lo que percibí
tiene origen químico o sintético, o natural … me recuerda
sencillamente a cierto olor a tierra o humus. Por un momento pensé
que podía tratarse de algún agente antiséptico… pero no … no
tenemos ese nivel. Aunque la idea me asaltó porque ayer noté en un
Aldi la atmósfera fumigada (no así en un Carrefour, el de San Juan,
en el que sobraba gente y faltaban productos) … como aquella otra
vez en 2009, en cuba, cuando llegaba procedente de México, recién
estallada la crisis de la gripe A, y fumigaron el avión con nosotros
dentro, para ponernos después bajo jurisdicción militar …
¿Será
quizás y sencillamente la ausencia de humo del tráfico rodado?
Quizás. Aquí no sabemos lo que es un aire contaminado de verdad,
por más que ahora esté de moda quejarse por ello. Pero no estamos
ni de lejos aproximándonos a aquellas atmósferas que se pueden
literalmente mascar y que he respirado en países iberoamericanos,
como el Salvador, o Nicaragua, en cuyas capitales el aire te puede
literalmente manchar la ropa, virtud mediante de las emisiones de
esas chatarras donadas por países que no las aceptarían en sus
calles, especialmente Estados Unidos, cuyos autobuses escolares
decorados con mil formas y luminarias deambulan como calamares
entintando por allí por donde pasan, tan mal carburan, pero cumplen
la prioridad, y es que “andan”. Funcionan y dan negocio a
multitud de pequeños negocios, en esas bulliciosas ciudades, donde
cada cual sobrevive como puede. Y las prioridades están más
claras. Ese mismo aire, y esas mismas prioridades, que nos dejan ver
que en el tercer mundo también hay clases y categorías, y patrones
distintos de desarrollo, pues más bullicioso, infinitamente más,
encontré los núcleos urbanos de Vietnam, y en cambio … con esos
enjambres de motos pululando como un banco de sargentillos mayores,
en aparente desorden pero sin colisionar jamás, salvo excepciones,
el aire seguía pareciendo de cristal.
Si
fuera conspiranoico, podría pensar que ese olor (tengo un olfato más
fino de lo que suele ser habitual) proviene de un agente tóxico
liberado … como en una novela del infame Stephen King, preparando
la danza de la muerte. Pero me quedo con la teoría de la falta de
actividad.
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