Tuve unos padres tan
magníficos y socialmente apreciados, tan comprometidos, que nunca
tuvieron tiempo para darse cuenta de las violaciones de cuerpo y
mente que estaba soportando. Eran tan diplomáticos y respetados,
que, que no hicieran por mantener su estatus, incluyendo silenciarme
o colaborar en mis agravios. Empezaron temprano y fueron muy
intensos, se pierden en mi mente, no puedo recordarlos, pero por
fortuna quedaron cicatrices, que me demuestran que no eran pesadillas
sino reales estragos.
Siempre fui socialmente
inaceptado, mi especial capacitación hacía que todos me odiasen.
Era menor que todos, siempre, y entre todos se hacían cargo de los
maltratos. Mis padres tenían misiones tan importantes, que no se
daban cuenta , pues siempre estaban mirando a otro lado. Así fue mi
infancia y la escuela, hasta que cambiaron las tornas y me volví yo
el bárbaro.
Tuve un amigo muy grande,
de esos tan grandes, que tanto valoran la amistad, que por seguir
creciendo en número sus amistades, olvidan al que ya tenían y lo
dejan de lado, recurriendo sólo cuando lo necesitan para algo. Tuve
que comprender tardíamente que no existen amigos, sino coyunturales
aliados.
Algunas mujeres me han
amado, algunos hombres lo han intentado. Ninguno quería perderme,
por lo que tenerme significaba. Pero nadie me quiso nunca sin esperar
algo a cambio. He descubierto con amargura lo que significa el «Amor»
y que había sucumbido a estrategias y engaños.
El día que descubrí que
ya no quería vivir, tuve que arrojar la soga, porque ya era
demasiado tarde, ni morir tranquilo dejan a un hombre, pues los
compromisos y obligaciones que ha adquirido, no le permiten ser libre
para intentarlo.
Así empezó mi carrera
de aventuras, solitarias y audaces, pues un mal desenlace no sería
mas que una justa venganza y una liberación de este trance. Ahí
está el origen de la valentía del Capitán, con la experiencia como
objeto de tortura, bien entrenado y la audacia de quién no teme el
final, el territorio para mis acciones estaba abonado.
Se que mi muerte será
llorada, muy llorada por aquellos que sufrirán el que no hubiera
antes acabado. Llorada también por los que perderán algo y en
última instancia, por los menos perversos, los que quizás se den
cuenta de que no fue justo nuestro trato, y que aunque no han perdido
nada, por ya no tenerme, podrían haber perdido algo.
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